Secretos del mar

Hace miles de años, alguien vigilaba el mar, y seguramente se debatiría en su mente entre un lógico miedo a lo desconocido y una tremenda curiosidad que le impulsaba a descubrir sus secretos. Por aquel entonces, podemos suponer que muchas personas ya habrían estado en el agua, o mejor dicho, habrían estado en el agua por mil y una razones, normalmente por algún percance, y lógicamente los que se habían salvado, al ver en el desenfoque lo que había, saldrían despavoridos lo antes posible. 

Si imaginamos las escenas vividas por aquellos que veían a sus seres queridos caer al agua o ser atacados por los miles y un monstruos marinos que habitaban sus mares, el miedo reunido a las profundidades era lógico e innegable. 

Sin embargo, si volvemos a la hipótesis original y le añadimos el hecho de que muchas culturas se desarrollaron en las distintas costas y playas del mundo, también debemos suponer que más de una, con la debida e inicial cautela, empezó a adquirir cierta confianza bajo el agua, y hay innumerables pruebas arqueológicas que lo demuestran. 

Entre otros muchos ejemplos, se han encontrado anzuelos y puntas prehistóricas talladas en las costillas de grandes ballenas, o grandes racimos de conchas de almejas que sólo viven a cierta profundidad, ya que la única forma de llegar a ellas era buceando para conseguirlas, lo que también era necesario para crear los adornos de concha que algunos prehistóricos utilizaban para lucirse. 

Al mismo tiempo, empezaron a evolucionar muchas civilizaciones que utilizaban la superficie del mar para la pesca o la locomoción como medio de subsistencia, y esto hizo que también se intentará aprovechar al máximo las posibilidades del buceo para diversos fines, ya que una de las civilizaciones predominantes se impuso sobre las demás. 

Por lo que se ha estudiado hasta ahora, parece que las primeras visitas datadas arqueológicamente se produjeron hace unos 5.000 años, y como ejemplo, existen evidencias de unas gafas subacuáticas muy primitivas pero bastante efectivas, fabricadas en la Polinesia o en Japón hace cientos de años a partir de madera tallada y con vidrio de sustitución actual, obtenido al pelar caparazones de tortuga para obtener sus capas más transparentes. 

Sin rastro, podemos concluir que el uso de cuernos de toro para obtener lentes translúcidas similares también se utilizaba bajo el mar Egeo, en la antigua Grecia, y por el que navegaban fenicios, cartagineses o romanos. 

La mitología griega también relata importantes aventuras bajo el agua, como el desafío de Teseo, el héroe griego, que no duda en sumergirse para recuperar el anillo que Minos le arrojó al fondo del mar y del que emerge con una fabulosa corona de oro que le regaló Anfitrite, esposa de Poseidón, dios del mar, al que también llamamos Neptuno. 

Por otra parte, diversos hallazgos arqueológicos, como es el caso del famoso vaso de cerámica de Gournia, demuestran que quien lo diseñó debió ver bajo el mar un asombroso pulpo, que luego fue reproducido con tanta exactitud como ejemplo de alarde bajo los mares de aquellos lugares y tiempos.

El célebre historiador Heródoto contó que, durante las guerras medievales, el rey de Persia contrató al griego Scyla de Eschion y a su hija Tziana para que recuperan el tesoro de uno de los barcos hundidos, y como lo hicieron con tanta habilidad, el reverendo les impidió navegar una vez terminado el trabajo. 

Así, padre e hija se vieron obligados a permanecer cautivos hasta que, en circunstancias favorables, se lanzaron al mar en medio de una violenta tormenta y cortaron las gruesas amarras de toda la flota de Jerjes, que poco después se estrelló contra las rocas de la costa. Para mayor gloria de la causa, tuvieron que navegar en barco bajo las aguas embravecidas para no ser vistos y, cortando cada una de las amarras de las anclas, se sumergieron lo suficiente para salir de la zona. 

Luego navegaron quince millas hasta llegar al cabo Artemisia, donde estaba anclada la flota griega. Si se fijan en la ilustración que he copiado del friso original que celebra esta valentía, tiene una larga y delgada caña aferrada a la superficie, y por supuesto fueron capaces de permanecer bajo el agua con ella y alternativamente durante mucho tiempo.